Yonatan Bursztyn, el fundador, se crio en el barrio La Soledad de Bogotá. Sus primeros diseños los vendió en un stand, ahora lo hace en 57 países.
El padre de Natan murió cuando él tenía 11 años. Ocurrió el primero de enero de 1971, un día después del aniversario de bodas de sus padres. “Treinta años estaban celebrando y el primero de enero le da un infarto fulminante y fallece, fue sorpresivo”, reveló.
Sus padres se conocieron en Colombia en 1937. Su madre había llegado de Rumania y su padre de Polonia.
“Llegaban sin idioma, sin dinero. Primero mi padre la venta de puerta a puerta, que era muy tradicional de los inmigrantes judíos que llegaban”, recuerda.
Bursztyn es el quinto de cinco hermanos. Nació en 1959 y se crio en Bogotá. Estudió en el colegio Colombo Hebreo y luego estudió Ingeniería Industrial en la Universidad Javeriana.
Decidió especializarse en Artes Gráficas en Estados Unidos e inició su camino en 1982 en Litotechnion, una litografía fundada por uno de sus hermanos.
“Trabajé con mi hermano Benjamín, quien estaba en las artes gráficas, pero finalmente después de un tiempo yo quería ser el gerente. Entonces me fui a trabajar con mi hermano Isaac y pasaba lo mismo. Dos compañías, una de un tío y un hermano, y después trabajé con mis otros dos hermanos, pero nunca estuve contento. Me daban una oportunidad, pero yo veía que tenía limites, que tenía techo. Soñaba con mi proyecto de vida, soñaba con crear algo, desarrollar algo propio”.
A finales de 1986, Bursztyn vio una oportunidad con Bonreal, una pequeña compañía de productos de cuero que estaba a punto de ir a la quiebra. La compró y la bautizó como Nalsani.
“Arranqué haciéndole maquila al dueño anterior, pero en un momento en los primeros meses dije yo la venta no la puedo depender de un tercero. Entonces en una feria en Italia vi una colección de maletines en lona y dije: qué marcas hay en Colombia, qué productos hay. Yo había salido de la universidad hace unos años y todavía se acostumbraba a llevar los libros debajo del brazo y las mamás tenían que comprarles a sus hijos dos veces al año el morral, porque no aguantaban. Dije aquí hay una oportunidad. Logré robarme, porque esa es la realidad, un catálogo y con ese catálogo me vine y se lo entregué a la modelista y le dije: qué necesita usted para hacerme esto idéntico. Y me fui por el país buscando esas materias primas”.
Bursztyn debía idear una marca fácil de pronunciar y con recordación, entonces cuenta de dónde salió el nombre: “El grupo Totto estaba en su cúspide con la canción África y dije: Totto, me encanta el grupo Totto, Qué tal la marca Totto. Que fuera de moda, que tuviera gracia, que tuviera ganas, que no fuera un morral negro. Que fuera bien hecho, eso fue lo que nos hizo arrancar muy rápido el negocio”.
Sin dinero en el bolsillo, no tuvo más remedio que lanzarla en un stand prestado por su hermano en la Feria internacional de Bogotá, de 1988.
Y él me dijo: oiga Natan tengo un pedacito así, por qué no corre. Y lanzamos la colección ahí”.
Burszrtyn pasó de vender sus morrales en almacenes multimarca, donde no tenía control sobre la exhibición de sus productos, a hacerlo en tiendas propias. Abrió las tres primeras en Bogotá el mismo día de abril de 1990.
Varias de las que vinieron más adelante se inauguraron bajo el sistema de franquicias buscando también impulso internacional.
Hoy Totto tiene más de 620 puntos de venta en 57 países y buena parte de sus estrategias de mercadeo se apalancan en el deporte. Sus ventas se acercan al medio billón de pesos y dejó de ser una empresa de maletas y morrales para convertirse en una de moda, que aún fabrica buena parte de sus productos en Colombia.
“Si simplemente nos hubiéramos dedicado a solo producción aquí para exportación estaríamos de un tamaño mucho más pequeño”. Pero aquí todavía siguen produciendo: “Acá tenemos una planta importante de más de 700 personas. Nosotros tenemos claro que la calidad de nuestro producto no es negociable, por lo cual, no importa donde está hecho nuestro producto, cumple con todos los estándares internacionales”.
Busrztyn cree que los principios del judaísmo han sido importantes para desarrollo de su negocio, para él “ha hecho que seamos gente con mucha más necesidad de crear cosas nuevas. Porque lo sacan a uno de un lado y le toca arrancar de cero, como les tocó a mis padres, pues eso genera una necesidad y es lo que despierta el emprendimiento”.
También ha involucrado a sus hijos en la administración de la empresa esperando continúen su proceso de internacionalización. “Más que dejar dinero lo que debo dejar es un proyecto de vida a los hijos y asimismo quiero que mis hijos lo hagan con las siguientes generaciones”.
“En la vida hay que tomar riesgos. Sin riesgos no se da en el siguiente salto”, puntualiza.
Fuente: noticias.caracoltv.com