Entre 2010 y 2011 apocalípticos anunciaron en América y Europa que el fin del libro impreso estaba cerca. Librerías cerraron por centenares en Estados Unidos y el Viejo Continente. Pero cinco años después del anuncio, el mercado y la industria del libro en papel dan muestras de una vitalidad renovada. Bogotá no es la excepción.
El informe más actual de la Cámara Colombiana del Libro (CCL) señala que en el último año hubo un crecimiento del 6 por ciento en la venta general de libros en el país, al facturar 618.000 millones de pesos en ventas, equivalentes a 38’146.052 ejemplares vendidos. De esta cifra, los libros electrónicos representaron el 6 por ciento, es decir, 2’288.763. La relación que se evidencia es que el impreso vende 15 veces más que el digital.
“El formato electrónico, en el mercado, aún no es un porcentaje tan significativo. Pero seguirá creciendo, moderadamente, porque los jóvenes están leyendo más”, expone Enrique González, presidente de la CCL. “Los dos formatos van a existir en simultáneo”.
González apunta que en Colombia, durante los últimos tres años, se han cerrado 52 librerías y se han abierto 20. Aunque los cierres son más, la cantidad de libros vendidos no ha bajado, como ya se reseñó. Esto obedece, entre otros, a que “grandes superficies como Librería Nacional y Panamericana han abierto nuevos puntos. En Bogotá se mantiene una tendencia de equilibrio entre las que se cerraron y las que se abrieron, es la ciudad menos afectada”.
Yolanda Auza es propietaria de Wilborada 1047, librería ubicada en el norte de la capital e inaugurada en octubre del 2014. Esta convirtió una casa de tres pisos en local de venta y encuentros literarios.
“El plan de ventas ha superado en más del 50 por ciento nuestras expectativas, lo que ha permitido la permanencia de siete empleados”, reseña la empresaria.
Al preguntarle en qué reside el éxito de su negocio, sostiene que es porque “la gente quiere continuar ojeando los libros, porque los abren y los disfrutan como objetos”. Abril, mes durante el cual se desarrolla la Feria del Libro de Bogotá, es el que arroja las mayores ventas, sin contar diciembre, que es la mejor temporada para este tipo de negocios.
Otros actores del mercado son las editoriales. Panamericana Editorial, por ejemplo, ilustra que las ventas de sus libros impresos, en Bogotá, representaron un aumento del 6 por ciento en el 2014, frente al 2013. En lo corrido de este año, el incremento va en 4 por ciento.
En lo referente a títulos electrónicos, estos apenas rozaron el 1 por ciento del total de ventas de la mencionada editorial. Para explicar este comportamiento, el gerente general del sello, Fernando Rojas, indica que la baja comercialización de ejemplares electrónicos obedece a que “hay pocos dispositivos en manos de los lectores, y el portafolio de títulos es bajo”.
Electrónicos
Del otro lado del negocio aparece la empresa eLibros, editorial que publica, solo en versión electrónica, obras descatalogadas de autores nacionales y clásicos latinoamericanos, las cuales no han vuelto a ser difundidos por sellos tradicionales. Esta nació en 2011.
“Las cifras de aumento son muy relativas, porque en editoriales en arranque su crecimiento puede ser de 500 por ciento en un año, porque antes no tenían casi nada y ahora van en proceso de consolidación. Pero sí puedo decir que la demanda de electrónicos va en crecimiento sostenido”, expone Iván Correa, propietario de eLibros.
Para reforzar el ascenso en ventas, el robustecimiento de su catálogo ha sido clave: el primer año eLibros ofrecía 12 títulos digitales, el segundo contaba con 25, luego pasó a 40 y ahora va en 100. Evidentemente, es una empresa (igual que el formato) en pleno desarrollo.
Una estrategia que podría denominarse híbrida se encuentra en la librería Casa Tomada, en el barrio Palermo (Teusaquillo). Centenares de carátulas sobre estantes les hacen guiños a posibles lectores. Junto a la caja registradora, unas minitarjetas denominadas tarjetas e-Book complementan la oferta. Son la presentación física de libros electrónicos. Cuestan de 8.000 a 18.000 pesos y al adquirirlas se obtiene la clave para descargar la obra elegida en diversos formatos.
“La gente pregunta qué son las tarjetas, pero prefiere el libro en la mano, porque aún es renuente al electrónico. Puede ser que en las generaciones del futuro eso cambie”, comenta Ana María Aragón, directora de Casa Tomada. Precisa, además, que su objetivo es claro: no les interesa tanto capturar compradores como fidelizar lectores.
En Wilborada 1047 apenas comenzarán con la venta de libros en tarjetas digitales: “Pero no es la línea que quiero implantar en la librería, porque como le digo, prefiero que la gente venga a disfrutar y contemplar los libros”, dice Auza.
Sobre el formato en papel, Aragón señala que en vez de caer, en los últimos cuatro años han subido sus ventas, porque las editoriales están haciendo mucho libro ilustrado o libro objeto, más llamativos que los tradicionales.
Coexistencia
Según la última encuesta de consumo cultural elaborada por el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane), el 48,4 por ciento de los colombianos mayores de 12 años leyó al menos un libro de papel en el 2014, minúsculo incremento frente al 47,7 por ciento que afirmó lo mismo en 2012.
Lo llamativo es que la población más joven, de 12 a 25 años, fue la que más leyó, alcanzando el 64,5 por ciento. Quizá esta última cifra desmitifique la creencia de que los jóvenes no leen impresos y que por ser nativos digitales solo lo harán en dispositivos electrónicos.
Lo cierto es que al analizar la cantidad de libros leídos entre los colombianos, las cifras parecen bajas, y no se relacionan con los formatos: el 28,7 por ciento leyó un solo libro, el 23,4 por ciento leyó dos, el 16,6 leyó 3 y tan solo el 8,9 por ciento leyó 10 o más.
“Yo prefiero el impreso, aunque también he leído e-Books”, dice María Antonia Ramírez, de 24 años, quien trabaja en un medio de comunicación. “Del papel, me gusta sentir el olor de las páginas y tenerlo como objeto. El digital me permite una buena luz, constante, y esto hace que no tenga que estar cambiando de posición; pero al ser electrónico, cansa más los ojos”.
Camilo Ramírez es lector consumado. Aparte de trabajar como docente en un colegio privado, adelanta la maestría en Filosofía de la Universidad Nacional. Al preguntarle cuál es su preferencia de formato, se decanta por una respuesta intermedia: lee constantemente en digital, porque el bolsillo no le da para costearse tanto impreso. Además evita ocupar espacio en su apartamento. Sin embargo, el gusto por el papel lo deja para las obras que realmente se vuelven de su afecto.
La directora de Casa Tomada agrega su percepción: “El problema es la falta de lectores, no los dispositivos. En lo que hay que trabajar a largo plazo es en los lectores, en crear unos más críticos, pues estos traerán beneficios para la cultura y el emprendimiento entre nosotros: habrá más ventas”.
Esa posición es reforzada por el gerente de Panamericana Editorial, quien trasciende la discusión de ‘libro impreso versus libro electrónico’. “Los dos van a coexistir. El lector escogerá el formato, teniendo en cuenta el momento, la portabilidad, el precio, el objeto en sí mismo”, expresó. “La discusión es cómo formamos lectores, cómo juntamos los esfuerzos de la industria, el Gobierno y las familias”.
Pertinente llamamiento el que hacen los libreros, pues cabe recordar que según la Cámara Colombiana del Libro, en el 45 por ciento de los hogares del país no hay un solo libro. Y para crear lectores se requieren estos clásicos objetos, los cuales deben estar en las mochilas, escritorios y mesas de noche de la gente: independiente de si son de papel o se leen en una pantalla.
Bogotá, líder en registro de títulos ISBN
El último reporte de la Cámara Colombiana del Libro (CCL), basado en cifras del 2013, muestra que Bogotá es la ciudad del país donde más se registran títulos bajo el código internacional ISBN, con el 74,5 por ciento del total. Este les “da existencia” a los libros en el mundo editorial. La capital registró 12.050 registros, seguida por Medellín, que aportó 1.141; Cali, que llegó a 478; Barranquilla, que sumó 332; y Bucaramanga, que alcanzó 242.
En total, Colombia llegó a 16.168 registros, entre los cuales aparecen títulos comerciales y no comerciales (como trabajos académicos o publicaciones del orden gubernamental).
Después de las empresas editoriales, que registraron 7.096 títulos, las universidades son las segundas aportantes, con 2.797 obras. El tercer actor con más participación son las personas naturales, que sumaron 2.136, y en cuarto lugar figuran las fundaciones, con 1.633.
Fuente: www.eltiempo.com